martes, 13 de agosto de 2019

Michelangelo, El Juicio Final (1541), 3000 piezas

El puzzle siguiente se trata de un fresco de Miguel Ángel, que puede encontrarse en la Capilla Sixtina en los Museos Vaticanos.



Como dije antes, esta obra se encuentra en la Capilla Sixtina, justo debajo del famoso techo también hecho al fresco por Miguel Ángel. En el centro de dicha bóveda se encuentra la creación de Adán, otro de los puzzles que habitualmente se comercializan. El artista renacentista se dedicó al Juicio Final unos 25 años después de terminar los frescos de la bóveda. Siempre contra la voluntad de Miguel Ángel, ya que éste consideraba la pintura como un arte por debajo de la escultura, la cual tenía por encima de las demás. Pero el papa Julio II le impuso las magnas tareas de la sixtina. Se hizo una película de todo ello en 1965 protagonizada por Charlton Heston, El Tormento y el éxtasis.

Cuando terminó el Juicio Final, se criticó enormemente la cantidad de figuras desnudas que en él aparecían para ser ubicada en un lugar tan santo. Tanto es así que se ordenó a un discípulo del propio Miguel Ángel que se encargara de cubrir con mantos los cuerpos desnudos de las figuras. Se vió de esta manera ocultada parte de la obra de Miguel Ángel por un artista que, debido a dicho encargo, pasó a ser conocido como Il Braghettone (el pintacalzones).

El puzzle que representa la escena es un Clementoni de la serie Museum Collection. Recorta la obra por abajo y un poco por arriba, hay una clara diferencia, pero es lo que hay. Se ve bastante en las tiendas, por lo que se puede encontrar con facilidad en el mercado de segunda mano. Por eso mismo, porque es común, no me apresuré en adquirirlo al verlo, y esperé hasta que vi una oferta de un lote de puzzles que lo tenía entre ellos. Fueron en torno a una docena de puzzles, pero por desgracia al repartidor se le cayeron al subirlos a mi casa y corría riesgo de que alguna pieza se perdiera.

Pronto vi que eso de alguna pieza era un eufemismo. Empecé por los bordes y en los mismos bordes había algunas piezas que faltaban. Empecé por los colores más vivos: amarillos, rojos y verdes. Separé por otro lado las piezas enteras de azul y las que presentan partes en azul. Y el puzzle fue avanzando poco a poco. Las calidad de las piezas Clementoni también ayudaba en el buen ritmo de trabajo.

A medida que avanzaba, más y más piezas parecían evidentes que faltaban. Llegados a este punto uno duda de si será cosa del transportista o si el vendedor envió el puzzle con las piezas faltantes, ya sea a sabiendas o inconscientemente. Personalmente pienso que es más probable lo segundo, pero esto no hace que deje de confiar en la compra-venta de segunda mano. Al menos para los puzzles, un puzzle no supone importe suficiente para casi nadie como para andar aprovechándose de los demás.

Ya había hecho antes algún puzzle al cual le faltaban piezas, hasta tres piezas que faltaban, y había ideado un método con el cuál poder fabricar yo mismo las piezas que faltaban. Pero éste puzzle parecía que iba a batir este récord bien batido.

Finalmente cuando acabé constaté la realidad: un total de 30 piezas faltaban, nada menos. La tarea de fabricar un total de 30 piezas artesanalmente era todo un reto. Fabricar las formas era más rápido y podía hacerse en paralelo, pero pintarlas... esa tarea es en serie, una a una. Me dije a mí mismo que podía dedicarme especialmente a alguna pieza en concreto y hacer otras con una simple capa monocromo que al menos tapara el hueco. Pero una vez que me puse, no quería pintar las piezas de cualquier manera.

Pintar las piezas se convirtió en otro entretenimiento, y poco a poco veía cómo iba mejorando mi técnica y resultados en los parecidos. Aquí presento algunas fotos donde aparecen trozos del puzzle con las piezas fabricadas insertas. Y he de decir que aunque en las fotos parezca fácil identificar las piezas artesanales, esto es debido a la cámara, en la realidad es muchísimo más difícil diferenciar las piezas originales de las fabricadas por mí.


También se convirtió en un entretenimiento para mis amigos. Les pasaba fotos por WhatsApp e intentaban adivinar las piezas que eran fabricadas por mí. Y no siempre acertaban. Tenía una enorme satisfacción cuando erraban en sus suposiciones. Para el propio creador de las piezas, su identificación era más que evidente, pero veía que para los demás no siempre era así. Y más cuando, como dije, en vivo era mucho más difícil identificarlas, alguna únicamente por el brillo de la pieza.

Los tonos rojos no obstante se me resistían, y no conseguía el color deseado. Los grises tampoco conseguía atinarlos del todo, cuando se secaba la pintura se veía modificado su grado de oscuridad.

Al final eché casi tanto tiempo creando las 30 piezas como en montar las restantes 2970. Pero acabé este puzzle con, a mi juicio, doble mérito.